Después de un rato de espera en la estación, hemos embarcado en la estación de Vancouver para comenzar nuestro recorrido de cuatro noches y tres días en The Canadian, el tren de Vancouver a Toronto. Nada especialmente llamativo, hemos recorrido el andén oscuro paralelos al tren hasta llegar a los coches de la clase económica que están en la parte delantera. No somos los primeros justo después de la máquina, pero casi.
Hemos entrado al vagón y nos hemos repartido por los asientos. Los billetes no estaban numerados –al menos el mío- por lo que nos hemos ido repartiendo como hemos querido. No somos muchos, así que –por el momento- tocamos a un asiento para cada dos personas. Los asientos son amplísimos, así que voy cómodamente. Tengo una mesilla para el ordenador y, menos mal, dos enchufes, lo que me garantiza poder trabajar a gusto. La butaca se reclina bastante y tengo, incluso, un reposapiernas que me permite estar bastante inclinado. De momento, voy cómodo.
El revisor ha venido a mirarnos los billetes y nos ha puesto encima de nuestro asiento un papel con nuestro destino final (los que hacemos el viaje completo de Vancouver a Toronto estamos en el mismo vagón) y luego nos han explicado las normas del tren, la posibilidad de reservar mesas para la comida y la cena y dónde está el bar del coche panorámico donde podemos comprar cosas para picar durante el trayecto. Han dejado de dar almohadas, aunque venden un kit de almohada hinchable y manta por un precio razonable. Afortunadamente, tuve la previsión de comprar una en Vancouver antes de mi salida.
Es una primera noche de adaptación. Veo donde están los servicios, doy una vuelta por el vagón panorámico, muevo el asiento y el reposapiés en todas las posiciones para ver en cuál estoy más cómodo y me pongo a escribir algo mientras llega el sueño. En el vagón, han apagado las luces principales y tenemos cada uno nuestra individual. Veo mucho resplandor de pantallas y, cuando voy por el pasillo, muchos ordenadores con películas.
El fin de semana ha sido duro, así que no tardo mucho en cerrar los ojos e intentar dormir. Cuando amanezca, estaré en Kamloops, una de las últimas ciudades de la Columbia Británica antes de llegar a Alberta, ya en plenas Montañas Rocosas Canadienses.
Siguiente capítulo: Atravesando las Montañas Rocosas.
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